ESTOS SON VEINTE DE LOS MEJORES POEMAS DE TOMAS PARA 20/20

abril 16, 2011

5. DIEGO ALONSO SÁNCHEZ BARRUETO

She is naked
(Ella está desnuda)


Por mis espejuelos
estoy contigo
y te imagino zurda
cuando escapan
las pulsaciones de mi sangre.


Y eres menuda
presencia sobre el lecho
y también eres desnuda
herramienta de la salud;


tú y tu cálido sexo.








(3)








Estancia para Mitsuya Nicolás


No confundas
la breve convicción de mi verso
con el amor sereno
que tengo por tus sueños.


Ahora
serás
el extenso verso de mi cuerpo.





(3)
















Mi hijo
que ya tiene un hijo
y veinte años,
es poeta;
y lo he ido a escuchar
recitar sus jóvenes
poesías
con la expectativa obscura
de hallar en él
al próximo poeta nacional,
institución para los libros
escolares.


Pero no lo he hallado.


Huyó de mi
al saber que iba a ir
con una libreta en la mano.


Mi hijo
que ya tiene un hijo
y veinte años de poeta
sabe que fui yo
quien lo escribió


en una noche de poesía.






(1)










Perspectiva del punto de vista


De mis manos tomo
los binoculares íntimos
y naturales
para otear,
con la insuficiencia que otorga
la torpe interrupción de mis dedos,
aquella proyección de la imagen cero.


Mis binoculares particulares
son regulados
cada mes
limpiando la cutícula
y la uña mordida;
su color es el matiz
del alma fisgona
cuando se permite un cigarrillo,
y sus cristales se ahuman
con el ímpetu
de saber que me gusta ver
las cosas tal cual son:


mueca y sonrisa de mi mismo en el vacío.






(3)












Quien Raya La Tranquilidad...




Quien raya la tranquilidad
con su ojo lacero,
al velarse el día,
es el Hechicero
el perezoso buhonero / quien va
viciando sortilegios para menesterosos
sacerdotes peregrinos.
El caballero agnóstico
libre de reino;
el gemido del dragón
que viola la intimidad soberana
de la soberana de sus sueños.
El romántico cortés
que promueve los duelos
por baratijas / el incondicional
a la oscuridad absoluta.
El héroe pagano
que muere y resucita en cada canto;
el verdadero Adivino:


quien lee las barajas
sin equivocarse.






(3)












Ventana de Arica



Véase la playa
cruzando tu naturaleza,
entre tus piernas y por tu boca
apréciese el mar
y la arena.
En tu cuerpo, ojo de gloria,
orilla de recuerdo,
concierto mi voz
esperando la última disputa
entre los peñascos, las gaviotas y
el oscurecer.
Ante la agobiante negativa
vuelve a ser litoral
de orientales minúsculas estrellas
y el fin de tus brozas espesas.


Véase otra vez
tu libídine de sal
sin volver la cara
sin hallar respuesta...
véase la playa, la arena y el mar.


(3)












Aldaba de hierro es la poesía


Esta puerta
que mi cuerpo de madera niega
a mi boca recuerda
al picaporte
al hierro
a la úvula violenta
y al golpe de mi voz.


Mientras que tientan mi paladar
los versos de gusto simple y canoro
mi pórtico oxida
corroe y avisa al sol:
poesía poema poeta.


Aldaba de hierro que toca
la puerta metálica
úvula feroz
anuncia la pérdida y la llegada
del primer y último clamor.






(3)














Asterión


Encuéntrame catorce pasos a la izquierda
Por el laberinto y el pleamar amarillo
Buscando vírgenes y vocablos fugaces
Para maldecir mis abatidos genitales.


Hállame oculto entre los hilos del cosmos
Por todas las variantes y deseos
Buscando la raíz del planeta
En este pobre doble cuerpo.


Encuéntrame esperándote
Entre las advertencias y el desvelo
Para que ninguna de mis noches sea completa
Salvo en la oscurecida marea de mi miedo.






(3)














Sol


La censura del sol
Estrella mi sombra
Sobre la vereda:


Nada escapa al examen
De su rostro,
Único ojo en el espacio.






(3)














Ama a Dios
ama al hombre
ama al dios de la figura humana

ya no ames ya a la culebra
al puma y al picaflor.
Ama a la sangre que se derrama
al arma
y a la mano que destruye
la tierra.
Ama al hombre capaz de voltear
el mundo
y teme a la naturaleza.

Ama, ama mucho,
y anda haciéndolo saber.






(3)














Tentación


Digamos que no hubo áspid
Más aterradora
Que la alojada en la ramada
Del árbol del medio:
Un poco eje del bien
Un poco eje del mal.
Digamos que no hubo engaño:
Que la mano no buscase
Lo que antes había deseado
Por iniciativa propia.
Digamos que desde entonces
El hombre subyuga a la mujer
La mujer aborrece a la serpiente
Y la serpiente se arrastra en el polvo
En el que irremediablemente nos convertiremos.


Señalemos entonces que podríamos estar hablando
De un proyecto primigenio
De un error original
Que más allá de nuestra culpa
Realmente
No tiene culpa.


El guardián de la flama
Defiende la paradisíaca tierra de las suposiciones.






(3)














Edén


De la familia
Partirán los jóvenes
Abandonando a sus padres y madres
Para adherirse a la carne,
Que es como sus propios huesos,
Y simplificar los pares
En un solo ejemplar de pureza:
Tantos ojos como los de él
Tantas bocas como la de ella.


De la familia
Vendrán a ver
La autentica permanencia
De lo que codiciosamente llamamos
Tierra.








(3)














Homero me dijo:
“canta e ingresarás al reino”
pero yo sólo pude imaginar el canto
y mudo el reino empezó a entrar en mi.






(3)











Dos jóvenes entre 24 y 25 años
(a la manera de Constantino Cavafis)


Yo me regocijo.
La misma Cipris
Me reprende.

Safo.


La noche era prolongada en la paciencia.
Cada cigarrillo declina los jadeos
en la turbia reflexión de la vida desviada.


Pero llega la media noche y sigo esperando:
ya no había periódico que leer
tampoco centavos que paguen el café.

¡Absurda abnegación la del amante!
-me digo-.
Hoy, quizás, no vendrá.


Son más de la dos de la mañana
y al arribo del amigo
desaparecen las nieblas de la vacilación;
y con la bienvenida al gozo también una sorpresa:
lo percibido de su último libro publicado.


¡Oh, encantadores rostros de la juventud!
cuánto amor en tan pocas monedas
y qué uso irresponsable de la felicidad.


Inundados fuimos a gastarlo en un solo lugar
y bebimos y comimos juntos;
y cuando los licores y la comida se agotaron
y eran cerca de las cuatro de la mañana,
nos abandonamos al placer, dichosos.


La noche era prolongada en el deseo.






(3)














La noche no era suficiente


Por dos dólares, incendiamos la habitación
impregnando nuestros cuerpos en las paredes;
y la noche no era suficiente.


Ahora, recostada sobre mí,
pastas con dulzura las sombras de la memoria
antes que la luz violente las ventanas


antes que las sábanas digan ¡no!


Y tengamos que reconstruirnos tristemente.






(3)
















2
Iniciar el viaje

Hoy es el quinto día del Quinto Mes. He remojado pétalos de lirio para limpiar mis pies cansados mientras observo a unos niños zarandear un muñeco vestido de senshi. El río Hirose no está lejos, y aunque hoy –más que nunca- las carpas deben estar nadando contra la corriente, yo me consumo en pensar si ya es tiempo de emprender viaje en busca de Li Po.
Mi hermano Yoshitada diría, sin duda:


Una carpa de papel
más valerosa
en río bravo.


En su honor decido abandonar Sendai y Matsuchima, para redescubrir mi espíritu en alguna ciudad olvidada por la memoria.
Como despedida, al iniciar el viaje, cuelgo estos versos en uno de los pilares de mi casa:


Hoy Kodomo no hi.
Pétales de lirios
desatan mis pies.








(2)


















4
Las compañías del sendero

He seguido mi camino por los montes de Gessan y Yudono. Mi acompañante ocasional, un joven aprendiz de bonzo –aficionado al fuego de Go-, me pregunta por el motivo de mi viaje a China: “Pertinente Dajin, he de encontrar en Dangtu a Li Tai Po”, le digo. El aprendiz, que aún no conoce el arte de la poesía, me interroga por aquel hombre, imaginándolo un santo. Así, le recito el poema de “la luna y la sombra”. Mi joven acompañante se desanima hondamente al conocer la verdad, y se aplica de nuevo en sus pensamientos, quizá en una partida inconclusa de Go, que le espera a su regreso, en Edo.
Ya me había prevenido años antes mi maestro Kitamura:


Que tu búsqueda
sea canto de grulla,
pero en verano.








(2)
















7
Isla de Sado, mausoleo de Juntoku

Después de varios días en el inmenso mar, he descendido en el puerto de Ryotsu, en la isla de Sado, con el deseo de visitar esta región conocida como “la tierra del exilio”. Muchos poetas han inmortalizado sus costas gracias a su fama de territorio para el castigo. Así, Zaemi, quien padeciera el destierro en esta cálida isla, ha dicho:


¿Quién puede llamar
efímero al rocío
sin palidecer frente
al litoral de Sado,
inmenso en soledad?


Desde la costa y a media tarde de distancia, yendo por un camino de arriero, se llega al mausoleo de Juntoku, el emperador deshonrado de la guerra de Jokyu. Este lugar es venerado por los ermitaños que hallan en sus piedras la inercia necesaria para la meditación. Luego de rendir los honores obligados, dispongo un tiempo para mis pensamientos. Cuando llega la noche escribo las siguientes líneas:


¿Mi desarraigo
buscará patria
en estas rocas?








(2)


















8
La provincia del arroz

El segundo día del Séptimo Mes por fin llego a la costa de Nigata. Reconozco que mis pies están hechos para la tierra y estos días en alta mar me lo han confirmado. El océano es hermoso, pero mi cuerpo exige la severidad de la piedra y el polvo. Así emprendo camino al sur, dejando atrás los adustos rostros de los hombres de mar.
Tras una larga jornada detengo mi paso y pido un poco de agua en un bohío. Allí encuentro a un gentil aldeano que me confirma el nombre de estas tierras: Terao. Como la noche ha cubierto de sombra nuestra conversación, el hombre me pide que pernocte junto a él. Todo ha sido agradable; entonces, acepto complacido.
Platicamos muchas horas más y, cuando hemos acabado ya nuestra tercera botella de sake, me cuenta una simpática historia:
“En esta comarca es muy conocida la leyenda que narra cómo Miyamoto Musashi peleó contra un feroz bandido bajo la inquebrantable ley del ‘tallo de arroz’. Gracias a esta historia, empleada para la enseñanza del kenjutsu, Musashi libró a la provincia de ladrones y proveyó a los campesinos la tranquilidad suficiente para perfeccionar sus cultivos de arroz”.
El gentil aldeano ríe a gusto. Yo, adormecido por la bebida, recito este poema a mi anfitrión:


Campos de arroz:
pelear con el tallo,
arar con la espada.








(2)




















21
Terraza de Kiyomizudera

Hoy es el décimo octavo día del Noveno Mes. Con el primer claro de luz, me alisto para una jornada ardua. Hace mucho que no visito el Daidairi, ni rezo en Fushimi Inaritaisha o en Sanjusangen.
Mi itinerario lo empiezo en Rojuonji; allí me encuentro con Yamu, un antiguo condiscípulo, que me acompaña en la oración. Pasamos la tarde andando y reflexionando.


Camino del corazón
¡aún con vestido
de piedra!


Se desploma la noche sobre nuestras cabezas y así llegamos a Kiyomizudera. Hacemos un rápido recorrido por el santuario y nos detenemos sobre la enorme baranda que, sostenida por cientos de pilares, sobresale de la colina y nos ofrece una impresionante vista de la ciudad. Yamu dice: “saltar de la plataforma de Kiyomizu”<!--[if !supportFootnotes]-->[i]<!--[endif]--> y se quita los zori. En ese momento me fulmina una visión estremecedora: veo un río que refleja la luna en sus aguas y una sombra que la desafía desde las alturas.
Me saco el calzado y antes de brincar pienso:


Terraza para coger
la luna:
ahí está la poesía.


<!--[if !supportEndnotes]-->

<!--[endif]-->
<!--[if !supportFootnotes]-->[i]<!--[endif]--> Según la tradición antigua, saltar de esta plataforma y sobrevivir implica el cumplimiento de un deseo. Es una caída de trece metros.

*Los números entre paréntesis que figuran al final de los poemas, se refieren al libro correspondiente (cuyas portadas aparecen a continuación) en el que fueron publicados.
(1)

(2)

(3)
Poemas inéditos o publicados en plaquetas y otros formatos.
Diego Alonso Sánchez Barrueto (Lima, 1981): Ha publicado los poemarios Mitsuya Nicolás y otros poemas (Sociedad Elefante, 2002) y Por el pequeño sendero interior (Lustra Editores, 2010)