ESTOS SON VEINTE DE LOS MEJORES POEMAS DE TOMAS PARA 20/20

febrero 29, 2012

15. TOMAS TRANSTRÖMER


MEDITACIÓN AGITADA

Una tormenta hace girar las aspas del molino
que salvajemente, en la oscuridad de la noche, muele la nada.
         Las mismas leyes te mantienen despierto.
La panza del tiburón gris es tu débil lámpara.

Recuerdos difusos se hunden en la profundidad del mar
y allí se petrifican junto a extrañas columnas. Verde
         de algas está tu muleta. Quien
se va hacia la mar regresa rígido.



EPILOGO

Diciembre. Suecia es una extenuada
barca en tierra. Sus ásperos mástiles,
contra el cielo del anochecer.
Y el anochecer dura más
que el día: el camino que conduce hasta aquí es pedregoso:
recién a la hora de la cena llega la luz
y asciende el coliseo del invierno
iluminando desde nubes irreales. Entonces sube
de pronto el humo blanco, vertiginoso
de los pueblos. Infinitamente altas están las nubes.
En las raíces del árbol del cielo hurga el mar,
distraído, como escuchando algo.
(Invisible pasa un pájaro sobre la parte oscura,
retraída del alma, despertando
a los durmientes con sus trinos. Así gira
el refractor, atrapa otra época
y ya es verano: muge la montaña, hinchada
de luz y el arroyo levanta el brillo del sol
en mano transparente… Luego, todo se esfuma
como cuando en la oscuridad se corta la película.)

Ahora la estrella de la tarde quema la nube.
Árboles, patios traseros y casas se amplían, crecen
en la avalancha silenciosa de la noche que cae.
Y bajo la estrella surge más y más
el otro, el oculto paisaje que vive
vida de silueta en la chapa radiográfica de la noche.
Una sombra lleva su trineo entre las casas.
Ellas esperan.

A las 18.00 llega el viento
y galopa ruidoso en la penumbra
de la calle del pueblo, como caballería. ¡Cómo
la negra inquietud actúa y se desvanece!
En danza inmóvil están las casas presas,
en este zumbido que se parece al sueño. Uno y otro
golpe de viento vagan sobre la bahía, lejos,
hacia el mar abierto que se arroja en la noche.
Flamean las estrellas desesperadas en el espacio.
Las encienden y apagan nubes que van volando;
solo cuando anochece la luz elimina
su existencia, como las nubes del pasado
que cazan en las almas. Cuando paso frente
a la pared del establo, se oye el estruendo
de coces del caballo enfermo que está adentro.
Y es la partida en la tormenta, junto
A una reja que golpea y golpea, un farol
que surge de una mano, un animal que cacarea
de terror en el monte. La partida, cuando truena
como la tempestad sobre los techos de los establos, bordonea
en los hilos telefónicos, estridente silba
en las tejas del techo nocturno
mientras el árbol desamparado extiende sus ramas.
¡Un tono de gaitas se libera!
Un tono de gaitas que avanzan desfilando,
liberadoras. Una procesión. ¡Un bosque en marcha!
Chorrean en torno a proa y la oscuridad se mueve
y tierra y agua se transportan. Y los muertos,
los que se fueron bajo cubierta, van con nosotros,
con nosotros, en marcha: un viaje por mar, transcurso
que no es caza, sino amparo.

Y el mundo rasga todo el tiempo su carpa
de nuevo. Un día de verano el viento toma
la jarcia de la barca y arroja la Tierra hacia delante.
Rema el nenúfar con su pata de rana oculta
en el vientre oscuro de la laguna que huye.
Rueda lejos un bólido en las salas del espacio.
En el anochecer de verano se ven las islas elevarse
en el horizonte. Viejos pueblos van
en camino, se internan en los bosques más y más,
en la rueda de las estaciones, con el rechinar de la urraca.
Cuando el invierno abandona sus botas,
y el sol tañe más alto, los árboles se cubren de hojas
y se llenan de viento y en libertad navegan.
Junto al pie del monte está el declive del pinar,
pero viene la ola larga y tibie del verano,
pasa lentamente entre los topes del árboles, descansa
un instante y se hunde otra vez:
queda una costa deshojada. Y por fin:
el espíritu de Dios es como el Nilo: se desborda
y se hunde a un ritmo que ha sido calculado
en textos surgidos en épocas distintas.
pero también él es inmutable
y por eso rara vez se le ve por aquí.
Él cruza la procesión desde el costado.
Como el navío pasa entre la bruma
sin que la bruma nada perciba. Silencio.
La débil luz de la linterna es la señal.


(De 17 poemas)



CARA A CARA

En febrero lo vivo estaba inmóvil.
Los pájaros preferían no volar y el alma
roía en el paisaje como un barco
roza en el muelle al cual está amarrado.

Los árboles nos daban la espalda.
La altura de la nieve se medía con juncos.
Envejecían las huellas de pasos sobre el hielo.
Se derretía el lenguaje bajo un toldo.

Algo llegó hasta la ventana un día.
Se detuvo el trabajo, yo levanté la vista.
Los colores ardían. Todo se dio la vuelta.
El mundo y yo dimos un salto el uno hacia el otro.




II
EL VIAJE

En las estación de metro.
Tumulto entre carteles
en la luz fija y muerta.

El tren vino y llevó
rostros y portafolios.

La próxima: Oscuridad. Sentados
como estatuas en los vagones
que se precipitaban en las cuevas.
Obligación, sueños, obligación.

En estaciones bajo el nivel del mar
se vendían las Noticias de lo Oscuro.
Había gente triste en movimiento,
silenciosa bajo los relojes.

El tren llevó consigo
abrigos y almas.

Miradas en todas direcciones
En el viaje a través de la montaña.
Todavía ningún cambio.

Pero más cerca de la superficie se oyeron
zumbar los abejorros de la libertad.
Salimos de la tierra.

El campo aleteó
una vez y se quedó inmóvil
bajo nosotros, extendido y verde.

Espigas volaron
sobre los andenes.

¡Estación terminal! Acompañé a los otros
más allá de la estación final.

¿Cuántos éramos? Cuatro,
cinco, no muchos más.

Casas, caminos, nubes,
ensenadas azules y montañas
abrieron sus ventanas.



UNA NOCHE DE INVIERNO

La tormenta posa su boca en la casa
    y sopla, buscando el tono.
Yo duermo inquieto, doy vueltas, leo
   a ojos cerrados el texto de tormenta.

Mas grandes son los ojos del niño en la penumbra
    y la tormenta gime para el niño.
Ambos gustan de lámparas que oscilan.
    Ambos están a mitad de camino al lenguaje.

La tormenta con manos y alas infantiles.
    Se desboca la caravana a Laponia.
Y la casa siente la constelación de clavos
     que mantiene unidas las paredes.

La noche está calma sobre nuestro piso
    (donde todos los pasos que han resonado
descansan como hojas caídas al estanque)
    ¡pero afuera la noche está salvaje!

Sobre el mundo anda una tormenta más seria.
     pone su boca sobre nuestra alma
y sopla, buscando el tono. Tememos
     que la tormenta sople hasta vaciarnos.


(De El Cielo a Medio Hacer)





SOBRE LA HISTORIA
(V )

En el baldío, no lejos de las casas
hay un diario lleno de hechos olvidado hace meses.
Se envejece a través de las noches y días a la lluvia y al sol,
va volviéndose planta, una col, va uniéndose al suelo.
Así como, lentamente, un recuerdo se transforma en ti mismo.


LLANURA ESTIVAL

Uno ha visto tanto.
A uno la realidad lo ha consumido tanto:
pero al fin, ha llegado el verano:

un gran aeropuerto –el controlador baja
carga tras carga de gente
congelada del espacio.

La hierba y las flores: aquí aterrizamos.
La hierba tiene un jefe verde.
Yo me pongo a sus órdenes.


BAJO PRESIÓN

El estrépito del motor del cielo azul es fuerte.
Estamos presentes en un tembloroso lugar de trabajo
donde de pronto puede aparecer la profundidad del mar
-zumban caracoles y teléfonos.

La belleza, uno alcanza a verla fugazmente de perfil.
El denso cereal en el sembrado, muchos colores en un torrente
       Amarillo.
Las inquietas sombras de mi cabeza son atraídas hacia allí.
Reptando, quieren meterse en el cereal y transformarse
       en oro.

Cae la oscuridad. A medianoche me voy a la cama.
Al barco más pequeño lo botan desde el más grande.
Se está solo en el agua.
El casco oscuro de la sociedad se aleja más y más.

(De Tañidos y Huellas)



EL NOMBRE

Me adormezco durante el viaje en coche y me detengo bajo los árboles, junto al camino. Me acurruco en el asiento trasero y duermo. ¿Cuánto tiempo? Horas. La oscuridad alcanza a caer.
De pronto estoy despierto y no me reconozco. Estoy bien despierto, pero eso no me ayuda. ¿Dónde estoy? ¿QUIÉN soy? Soy algo que despierta en un asiento trasero, algo que se revuelve, con pánico, como un gato en una bolsa. ¿Quién?
Por fin viene mi vida de regreso. Mi nombre llega como un ángel. Fuera de los muros suena un toque de trompeta y los pasos salvadores llegan rápida, rápidamente descendiendo la demasiado larga escalera. ¡Soy yo! ¡Soy yo!
Pero imposible olvidar la lucha de los quince segundos en el infierno del olvido, a pocos metros de la carretera por la que fluye el tráfico con luces encendidas.


LA VENTANA ABIERTA

Parado frente a la ventana abierta,
en un primer piso,
me estaba afeitando una mañana.
Encendí la maquinilla.
Comenzó a zumbar.
Zumbaba más y más.
Creció hasta el estruendo.
Creció hasta ser un helicóptero
y una voz –la del piloto- penetró
a través del estruendo; gritaba:
“¡Mantén la vista alerta!
Es la última vez que ves esto”.
Nos elevamos.
Volamos bajo sobre el verano.
¿Importa saber cómo disfrutaba?
Docenas de dialectos en verde.
Y en especial el rojo en las casas de madera.
Los escarabajos brillaban en el barro, al sol.
Sótanos arrancados por las raíces
llegaban por el aire.
Actividad.
Las prensas se arrastraban.
En ese momento era la gente
lo único que se mantenía quieto.
Guardaban un minuto de silencio.
Y especialmente los muertos del cementerio rural
estaban quietos
como cuando posábamos para fotos infantiles.
¡Vuela bajo!
Ya no supe adónde volvía yo
mi cabeza:
con visión dividida
como un caballo.


PRELUDIOS
(III)

El piso en el que viví la mayor parte de mi vida va a ser desalojado. Ahora está totalmente vacío. Han levado el ancla. A pesar de que prevalece el luto, es el piso más liviano de la ciudad. La verdad no necesita muebles. He dado una vuelta alrededor de la vida y he vuelto al punto de partida: una habitación dinamitada. Las cosas en las que he participado aquí se muestran en las paredes como pinturas egipcias, escenas del interior de una cámara funeraria. Pero se van destruyendo más y más. La luz es acaso demasiado fuerte. Las ventanas se han agrandado. El piso vacío es un gran telescopio que apunta hacia el cielo. Está silencioso como una ceremonia cuáquera. Lo que se oye son las palomas del patio trasero, su arrullo



ERGUIDOS

En un instante de concentración logré apresar la gallina, la tuve entre las manos. Curiosamente, no se la sentía realmente viva: rígida, seca, un sombrero de dama blanco adornado con plumas que gritaba verdades de 1912. Los relámpagos colgaban en el aire. De las tablas subía un aroma parecido a cuando uno abre un álbum de fotos tan viejo que ya no se pueden identificar los retratos.
Llevé la gallina hasta el corral y la solté. De pronto se volvió muy vivaz, se reconoció y corrió según las reglas. El gallinero está lleno de tabúes. Pero el suelo a su alrededor está lleno de amor y de energía. A medias cubierto de maleza, un bajo muro de piedra. Cuando anochece, las piedras empiezan a brillar débilmente por el calor centenario de las manos que la construyeron.
El invierno ha sido duro, pero ahora es verano y la tierra nos quiere erguidos. Libres pero prudentes, como cuando se navega en una barca estrecha. Emerge un recuerdo de África: en la costa de Chadi, muchas barcas, un ambiente muy amistoso, las personas son casi negriazules, con tres cicatrices paralelas en cada mejilla (la tribu SARA). Soy bienvenido a bordo: una canoa de madera oscura. Es asombrosamente inestable, aunque me ponga en cuclillas. Un número de equilibrista. Si el corazón está a la izquierda, uno debe inclinar la cabeza un poco hacia la derecha; nada en los bolsillos, nada de grandes ademanes, aquí hay que abandonar toda la retórica. Precisamente eso: la retórica es imposible aquí. La canoa se aleja deslizándose.


(De Visión Nocturna)



MÁS ADENTRO

En la gran entrada a la ciudad
cuando el sol está bajo.
El tráfico se hace denso, repta.
Es un pesado dragón reluciente.
Soy una de las escamas del dragón.
De pronto está el sol rojo
frente al parabrisas
e inunda el coche.
¡Estoy iluminado
y una escritura se hace visible
dentro de mí,
palabras con tinta invisible
que aparecen
cuando el papel se acerca al fuego!
Sé que debo ir lejos,
atravesar la ciudad y luego
más allá, hasta que sea hora de ir
a caminar largamente por el bosque.
A seguir las huellas del tejón.
Se oscurece, se dificulta la visión.
Allí, en el musgo, hay piedras.
Una de esas piedras es valiosa.
Ella puede transformarlo todo,
puede hacer brillar la oscuridad.
Es un interruptor para todo el país.
Todo depende de ella.
Vera, tocarla…


(De Senderos)



BALTICOS
(V)

30 de julio. La ensenada se ha vuelto excéntrica: hoy, por primera vez en años, pululan las medusas, se hinchan y avanzan en calma y armonía, pertenecen a la misma compañía naviera: AURELIA; se deslizan a la deriva como flores después de un funeral marino, si se las alza del agua pierden toda forma, como cuando una indescriptible verdad es arrancada del silencio y es formulada y convertida en gelatina muerta, sí, son intraducibles, deben permanecer en su elemento.

2 de agosto. Algo quiere ser dicho pero las palabras se niegan.
Algo que no puede ser dicho,
afasia,
no hay palabras pero tal vez haya un estilo…

Sucede que uno se despierta por la noche
y arroja rápidamente unas palabras
en el papel más cercano, en el margen de un periódico
(¡las palabras resplandecen de sentido!)
pero por la mañana: las mismas palabras ya no dicen nada,
              garabatos, lapsus.
¿O fragmentos del gran estilo nocturno que pasaron de largo?

La música llega a un ser humano, él es compositor, él la interpreta,
             hace carrera, llega a ser Jefe del Conservatorio.
La coyuntura cambia, las autoridades lo condenan.
Como Jefe de la Fiscalía nombran a su alumno K***.
Es amenazado, degradado, desterrado.
Pasan algunos años y la desgracia se atenúa, es rehabilitado.
Entonces llega el derrame cerebral: parálisis en el lado derecho
             con afasia, solo comprende frases cortas, dice palabras
             inadecuadas.
Así, no lo alcanzan ni el ascenso ni la condena.
Pero la música permanece, sigue componiendo en su propio
             estilo,
se convierte en un fenómeno de la medicina por todos los años
             que le queden por vivir.

Escribió música para textos que ya no comprendía:
del mismo modo
expresamos con nuestras vidas algo
en el coro que tararea lapsus.

Las conferencias sobre la muerte duraron varios semestres.
        Yo asistí con compañeros que no conocía
(¿quiénes sois?):
después nos fuimos cada uno a lo suyo, siluetas.

Miré al cielo y la tierra frente a mí
y escribo desde entonces una larga carta a los muertos
en una máquina que no tiene cinta, solo una estría de luz del horizonte
de modo que las palabras repiquetean y nada queda escrito.

Estoy con la mano en el pestillo, tomo el pulso a la casa.
Las paredes están tan llenas de vida
(los niños no se atreven a dormir solos en el cuarto de arriba: lo
que a mí me da calma a ellos los inquieta.)


(Fragmento)
(De Bálticos)


GARABATOS DE FUEGO

En los meses sombríos centelleaba mi vida
       solo cuando hacía el amor contigo.
Como el cocuyo se enciende y apaga, se enciende y apaga
       -uno puede seguir de a ratos su trayecto
en la oscuridad de la noche, entre los olivos.

En los meses sombríos el alma estuvo hundida
       y sin vida
pero el cuerpo iba derecho a ti.
Mugía el cielo nocturno.
Nosotros ordeñábamos a escondidas el cosmos y sobrevivíamos.

(De La Plaza Salvaje)



TÁBANO DORADO

El lución, lagartija sin patas, fluye a ras de la escalera del zaguán
calmo y majestuoso como una anaconda; la diferencia es solamente el tamaño.
El cielo está cubierto pero el sol irrumpe. Así es el día.

Esta mañana, mi amada ahuyentó a los malos espíritus.
Como cuando uno abre la puerta de un oscuro cobertizo del Sur
y la luz lo invade
y las cucarachas salen como flechas rápido rápido hacia los rincones y suben por las paredes
y ya no está –uno las vio y a la vez no las vio-:
así la desnudez de mi amada hizo huir a los demonios.

Como si nunca hubiesen existido.
Pero vuelven.
Con mil manos que conectan en falso la anticuada central telefónica de los nervios.

Es el cinco de julio. Los tréboles se estiran como si quisiesen ver el mar.
Estamos en la iglesia de la mendicidad, devoción sin alfabeto.
Como si los irreconciliables rostros de los patriarcas no existiesen
y el nombre de Dios mal escrito en la piedra.

Yo vi a un ortodoxo predicador de televisión que recolectó muchísimo dinero.
Pero era frágil y necesitaba el apoyo de un guardaespaldas,
un chico bien vestido con una sonrisa que le ajustaba como una mordaza.
Una sonrisa que ahogaba un grito.
El grito de un niño al que los padres dejan abandonado en una cama de hospital.

Lo divino roza a una persona y enciende una llama
pero luego se retira.
¿Por qué?
La llama atrae las sombras, estas vuelan crepitando y se funden con la llama
que sube y se ennegrece. Y el humo se extiende negro y estrangulador.
Al final, tan solo el humo negro; al final, tan solo el devoto verdugo.

El devoto verdugo se inclina hacia adelante
sobre la plaza y la multitud, que forman un espejo rugoso
donde puede mirarse.

El mayor fanático es el mayor escéptico. Él no lo sabe.
Él es un pacto entre dos
según el cual el uno tiene que ser visible al cien por ciento y le otro invisible.
¡Cómo odio la expresión “cien por ciento”!

A los que no pueden estar sino en su parte delantera
a los que nunca están distraídos
a los que jamás abren la puerta equivocada para poder así vislumbrar al Inidentificado,
¡déjalos de lado!

Es el cinco de julio. El cielo está nublado pero el sol irrumpe.
El lución fluye a ras de la escalera del zaguán, calmo y majestuoso como una anaconda.
El lución, como si no existiese Administración.
El tábano dorado, como si no existiese el culto a los ídolos.
Los tréboles, como si no existiese “cien por ciento”.

Siento esa hondura en la que uno es amo y cautivo, como Perséfone.
A menudo he yacido en la áspera hierba, allí abajo,
y he visto la tierra abovedarse sobre mí.
La bóveda terrestre.
A menudo; ha sido la mitad de mi vida.

Pero hoy me ha abandonado mi mirada.
Mi ceguera ha partido.
El oscuro murciélago abandonó mi rostro y tijeretea en torno al luminoso espacio del verano.



LA CASA DEL DOLOR DE CABEZA

Me desperté en el mismo centro del dolor de cabeza. El dolor de cabeza es el lugar donde debo permanecer y por esto me he quedado sin recursos para pagar alquiler en algún otro lado. Me duele tanto el cabello que se está volviendo cano. Duele dentro del nudo gordiano, el cerebro, eso que desea tantas cosas, en diferentes direcciones. El dolor es una medialuna que cuelga medio dormida en el cielo celeste, el color desaparece del rostro, la nariz señala hacia abajo, toda la vara del zahorí se tuerce hacia abajo, hacia la corriente subterránea: el dolor. Me he mudado a una casa que fue construida en lugar erróneo; hay un polo magnético casi debajo de la cama, casi bajo la almohada y cuando el tiempo cambió, encima de la cama, hubo un cortocircuito. Una vez tras otra intento imaginarme que un enorme cascanueces pellizca con un agarrón milagroso las vértebras del cuello, algo que de una vez para siempre enderezará la vida. A propósito, no solo hay dolor en mi cabeza privada. El mal se relaciona, entre otras cosas, con las negociaciones de paz en París que se ha “malogrado”, y la expresión “malogrado” se proyecta en la pantalla que hay aquí dentro. También duele porque las cartas quedan sin responder, porque ayer estaba enojado, porque uno derriba la vieja y fea casa para construir una más fea aún. Pero la casa del Dolor de Cabeza no está madura para ser eliminada. Antes tendré que vivir allí una hora, dos horas, la mitad de un día. Antes dije que era un lugar, luego he cambiado diciendo que es una casa, pero la pregunta es si no será una ciudad entera. El tráfico se desliza implacablemente lento. Los diarios aparecen. Suena un teléfono.


(De Para Vivos y Muertos)




GÓNDOLA FÚNEBRE

I
Dos hombres, suegro y yerno, Liszt y
            Wagner, viven junto al Canal Grande
con la inquieta esposa del rey Midas,
ese que transforma en Wagner todo lo que
                                                               toca.
El frío verde del mar atraviesa los pisos del
                                                                palacio.
Wagner destaca, el conocido perfil de títere
                                     parece más cansado;
el rostro, una bandera blanca.
La góndola cargada pesadamente con sus vidas; dos pasajes
de ida y vuelta y otro
                                    solo de ida.


II
Una ventana del palacio se abre con el viento y el súbito
soplo provoca muecas.
Sobre el agua aparece la góndola del basurero
impulsada por dos bandidos con remo.
Liszt ha escrito unos acordes tan pesados
             que deberían ser enviados a analizar
en el Instituto de Mineralogía de Padua.
¡Meteoritos!
Demasiado pesados para la quietud, pueden solo hundirse
más y más, futuro abajo, hasta
los años de las camisas pardas.
La góndola, pesadamente cargada con las
               hacinadas piedras del futuro.


III
Rendijas, hacia 1990.

25 de marzo. Inquietud por Lituania.
Soñé que visitaba un gran hospital.
No tenía funcionarios. Todos eran pacientes.

En el mismo sueño, una niña recién nacida
hablaba con completas oraciones.


IV
Junto al yerno, que es hombre de su tiempo,
             Liszt es un apolillado grandseigneur.
Es un disfraz.
El abismo, que ensaya y descarta máscaras
           diferentes, ha elegido justo esta para él,
el abismo, que quiere subir hasta los hombres sin mostrar
                                                                                 su rostro.


V
El Abate Liszt está habituado a cargar él
          mismo su maleta por soles y por nieves
y cuando muera un día, nadie irá a
                                   esperarlo a la estación.
La tibia brisa de un coñac excelente lo
                                    conduce a la tarea.
Siempre tiene tarea.
¡Dos mil cartas al año!
El escolar que escribe cien veces el palote,
              antes de que le permitan volver a casa.
La góndola cargada pesadamente de vida;
                                      es sencilla y negra.


VI
De regreso en 1990.

Soñé que conducía doscientos quilómetros en vano.
Entonces, todo se agigantó. Gorriones enormes como gallinas
cantaban de modo ensordecedor.

Soñé que dibujaba teclas de piano
en la mesa de cocina. Tocaba sordamente en ellas.
Los vecinos acudían a escuchar.


VII
El clavicordio que calló durante todo
              Persifal (aunque estaba escuchando) puede
                                               al fin decir algo.
Suspiros… sospiri…
Mientras Liszt toca, esta noche, mantiene
                                     apretado el pedal marino
para que la fuerza verde del mar suba a
través del piso y se una a todas las piedras
                                            del edificio.
¡Buenas tardes, bello abismo!
La góndola cargada pesadamente de vida;
                                             es sencilla y negra.


VII
Soñé que llegaba tarde el primer día de clases.
Todos en el salón llevaban máscaras blancas
                                      sobre el rostro.
Imposible decir quién era el maestro.




EL CUCLILLO

Un cuclillo gorjeaba en el abedul cercano, hacia el lado Norte de la casa. Era tan sonoro que al principio creí que era un cantante de ópera que imitaba a un cuclillo. Yo miraba asombrado al pájaro. Las plumas de la cola se movían de arriba abajo a cada tono, como la palanca de una bomba. El pájaro saltaba en sus dos patas, se movía y gorjeaba hacia todos los puntos cardinales. Luego se elevó y voló hacia le lejano Oeste, maldiciendo en voz baja sobre las casas… El verano envejece y todo se une en un solo susurro apasionado. Cuculus canorus vuelve a los trópicos. Su tiempo en Suecia ha llegado a su fin. ¡No fue mucho! En realidad, el cuclillo es ciudadano de Zaire… Yo ya no estoy tan interesado en viajar. Pero el viaje me visita a mí. Ahora que me incrusto más y más en un rincón, ahora que los anillos de los años crecen, ahora que necesito gafas para leer. ¡Lo que sucede es siempre más de lo que podemos llevar con nosotros! No hay de qué asombrarse. Estos pensamientos me transportan tan fielmente como Susi y Chumba cargan la momia de Livingstone a través de África.



DOS CIUDADES

A los lados de un estrecho, dos ciudades:
una ocupada por el enemigo, a oscuras.
En la otra, las lámparas que brillan.
La costa iluminada hipnotiza la oscura.

Voy nadando en trance
por el agua brillosa y sombría.
Penetra un sordo golpe de tuba.
Es la voz de un amigo: toma tu tumba y anda.


(De Góndola Fúnebre)





 Tomas Tranströmer, (Estocolmo, 15 de abril de 1931) psicólogo, escritor, poeta y traductor. Ha publicado diecisiete libros de poesía, entre los que se encuentran todos los anteriormente nombrados en esta selección.