MEDITACIÓN
AGITADA
Una
tormenta hace girar las aspas del molino
que
salvajemente, en la oscuridad de la noche, muele la nada.
Las mismas leyes te mantienen
despierto.
La panza
del tiburón gris es tu débil lámpara.
Recuerdos
difusos se hunden en la profundidad del mar
y allí
se petrifican junto a extrañas columnas. Verde
de algas está tu muleta. Quien
se va
hacia la mar regresa rígido.
EPILOGO
Diciembre.
Suecia es una extenuada
barca en
tierra. Sus ásperos mástiles,
contra
el cielo del anochecer.
Y el
anochecer dura más
que el
día: el camino que conduce hasta aquí es pedregoso:
recién a
la hora de la cena llega la luz
y
asciende el coliseo del invierno
iluminando
desde nubes irreales. Entonces sube
de pronto
el humo blanco, vertiginoso
de los
pueblos. Infinitamente altas están las nubes.
En las
raíces del árbol del cielo hurga el mar,
distraído,
como escuchando algo.
(Invisible
pasa un pájaro sobre la parte oscura,
retraída
del alma, despertando
a los
durmientes con sus trinos. Así gira
el
refractor, atrapa otra época
y ya es
verano: muge la montaña, hinchada
de luz y
el arroyo levanta el brillo del sol
en mano
transparente… Luego, todo se esfuma
como
cuando en la oscuridad se corta la película.)
Ahora la
estrella de la tarde quema la nube.
Árboles,
patios traseros y casas se amplían, crecen
en la
avalancha silenciosa de la noche que cae.
Y bajo
la estrella surge más y más
el otro,
el oculto paisaje que vive
vida de
silueta en la chapa radiográfica de la noche.
Una
sombra lleva su trineo entre las casas.
Ellas
esperan.
A las
18.00 llega el viento
y galopa
ruidoso en la penumbra
de la
calle del pueblo, como caballería. ¡Cómo
la negra
inquietud actúa y se desvanece!
En danza
inmóvil están las casas presas,
en este
zumbido que se parece al sueño. Uno y otro
golpe de
viento vagan sobre la bahía, lejos,
hacia el
mar abierto que se arroja en la noche.
Flamean
las estrellas desesperadas en el espacio.
Las
encienden y apagan nubes que van volando;
solo
cuando anochece la luz elimina
su
existencia, como las nubes del pasado
que
cazan en las almas. Cuando paso frente
a la
pared del establo, se oye el estruendo
de coces
del caballo enfermo que está adentro.
Y es la
partida en la tormenta, junto
A una
reja que golpea y golpea, un farol
que
surge de una mano, un animal que cacarea
de
terror en el monte. La partida, cuando truena
como la
tempestad sobre los techos de los establos, bordonea
en los
hilos telefónicos, estridente silba
en las
tejas del techo nocturno
mientras
el árbol desamparado extiende sus ramas.
¡Un tono
de gaitas se libera!
Un tono
de gaitas que avanzan desfilando,
liberadoras.
Una procesión. ¡Un bosque en marcha!
Chorrean
en torno a proa y la oscuridad se mueve
y tierra
y agua se transportan. Y los muertos,
los que
se fueron bajo cubierta, van con nosotros,
con
nosotros, en marcha: un viaje por mar, transcurso
que no
es caza, sino amparo.
Y el
mundo rasga todo el tiempo su carpa
de
nuevo. Un día de verano el viento toma
la
jarcia de la barca y arroja la Tierra hacia delante.
Rema el
nenúfar con su pata de rana oculta
en el
vientre oscuro de la laguna que huye.
Rueda
lejos un bólido en las salas del espacio.
En el
anochecer de verano se ven las islas elevarse
en el
horizonte. Viejos pueblos van
en camino,
se internan en los bosques más y más,
en la
rueda de las estaciones, con el rechinar de la urraca.
Cuando
el invierno abandona sus botas,
y el sol
tañe más alto, los árboles se cubren de hojas
y se
llenan de viento y en libertad navegan.
Junto al
pie del monte está el declive del pinar,
pero
viene la ola larga y tibie del verano,
pasa
lentamente entre los topes del árboles, descansa
un
instante y se hunde otra vez:
queda
una costa deshojada. Y por fin:
el
espíritu de Dios es como el Nilo: se desborda
y se
hunde a un ritmo que ha sido calculado
en
textos surgidos en épocas distintas.
pero
también él es inmutable
y por
eso rara vez se le ve por aquí.
Él cruza
la procesión desde el costado.
Como el
navío pasa entre la bruma
sin que
la bruma nada perciba. Silencio.
La débil
luz de la linterna es la señal.
(De 17 poemas)
CARA A
CARA
En
febrero lo vivo estaba inmóvil.
Los
pájaros preferían no volar y el alma
roía en
el paisaje como un barco
roza en
el muelle al cual está amarrado.
Los
árboles nos daban la espalda.
La
altura de la nieve se medía con juncos.
Envejecían
las huellas de pasos sobre el hielo.
Se
derretía el lenguaje bajo un toldo.
Algo
llegó hasta la ventana un día.
Se
detuvo el trabajo, yo levanté la vista.
Los
colores ardían. Todo se dio la vuelta.
El mundo
y yo dimos un salto el uno hacia el otro.
II
EL VIAJE
En las
estación de metro.
Tumulto
entre carteles
en la
luz fija y muerta.
El tren
vino y llevó
rostros
y portafolios.
La
próxima: Oscuridad. Sentados
como
estatuas en los vagones
que se
precipitaban en las cuevas.
Obligación,
sueños, obligación.
En
estaciones bajo el nivel del mar
se
vendían las Noticias de lo Oscuro.
Había
gente triste en movimiento,
silenciosa
bajo los relojes.
El tren
llevó consigo
abrigos
y almas.
Miradas
en todas direcciones
En el
viaje a través de la montaña.
Todavía
ningún cambio.
Pero más
cerca de la superficie se oyeron
zumbar
los abejorros de la libertad.
Salimos
de la tierra.
El campo
aleteó
una vez
y se quedó inmóvil
bajo
nosotros, extendido y verde.
Espigas
volaron
sobre
los andenes.
¡Estación
terminal! Acompañé a los otros
más allá
de la estación final.
¿Cuántos
éramos? Cuatro,
cinco,
no muchos más.
Casas,
caminos, nubes,
ensenadas
azules y montañas
abrieron
sus ventanas.
UNA NOCHE
DE INVIERNO
La
tormenta posa su boca en la casa
y sopla, buscando el tono.
Yo
duermo inquieto, doy vueltas, leo
a ojos cerrados el texto de tormenta.
Mas
grandes son los ojos del niño en la penumbra
y la tormenta gime para el niño.
Ambos
gustan de lámparas que oscilan.
Ambos están a mitad de camino al lenguaje.
La
tormenta con manos y alas infantiles.
Se desboca la caravana a Laponia.
Y la
casa siente la constelación de clavos
que mantiene unidas las paredes.
La noche
está calma sobre nuestro piso
(donde todos los pasos que han resonado
descansan
como hojas caídas al estanque)
¡pero afuera la noche está salvaje!
Sobre el
mundo anda una tormenta más seria.
pone su boca sobre nuestra alma
y sopla,
buscando el tono. Tememos
que la tormenta sople hasta vaciarnos.
(De El Cielo a Medio Hacer)
SOBRE LA
HISTORIA
(V )
En el
baldío, no lejos de las casas
hay un
diario lleno de hechos olvidado hace meses.
Se
envejece a través de las noches y días a la lluvia y al sol,
va
volviéndose planta, una col, va uniéndose al suelo.
Así
como, lentamente, un recuerdo se transforma en ti mismo.
LLANURA
ESTIVAL
Uno ha
visto tanto.
A uno la
realidad lo ha consumido tanto:
pero al
fin, ha llegado el verano:
un gran
aeropuerto –el controlador baja
carga
tras carga de gente
congelada
del espacio.
La
hierba y las flores: aquí aterrizamos.
La
hierba tiene un jefe verde.
Yo me
pongo a sus órdenes.
BAJO
PRESIÓN
El
estrépito del motor del cielo azul es fuerte.
Estamos
presentes en un tembloroso lugar de trabajo
donde de
pronto puede aparecer la profundidad del mar
-zumban
caracoles y teléfonos.
La
belleza, uno alcanza a verla fugazmente de perfil.
El denso
cereal en el sembrado, muchos colores en un torrente
Amarillo.
Las
inquietas sombras de mi cabeza son atraídas hacia allí.
Reptando,
quieren meterse en el cereal y transformarse
en oro.
Cae la
oscuridad. A medianoche me voy a la cama.
Al barco
más pequeño lo botan desde el más grande.
Se está
solo en el agua.
El casco
oscuro de la sociedad se aleja más y más.
(De Tañidos y Huellas)
EL
NOMBRE
Me
adormezco durante el viaje en coche y me detengo bajo los árboles, junto al
camino. Me acurruco en el asiento trasero y duermo. ¿Cuánto tiempo? Horas. La
oscuridad alcanza a caer.
De
pronto estoy despierto y no me reconozco. Estoy bien despierto, pero eso no me
ayuda. ¿Dónde estoy? ¿QUIÉN soy? Soy algo que despierta en un asiento trasero,
algo que se revuelve, con pánico, como un gato en una bolsa. ¿Quién?
Por fin
viene mi vida de regreso. Mi nombre llega como un ángel. Fuera de los muros
suena un toque de trompeta y los pasos salvadores llegan rápida, rápidamente
descendiendo la demasiado larga escalera. ¡Soy yo! ¡Soy yo!
Pero
imposible olvidar la lucha de los quince segundos en el infierno del olvido, a
pocos metros de la carretera por la que fluye el tráfico con luces encendidas.
LA
VENTANA ABIERTA
Parado
frente a la ventana abierta,
en un
primer piso,
me
estaba afeitando una mañana.
Encendí
la maquinilla.
Comenzó
a zumbar.
Zumbaba
más y más.
Creció
hasta el estruendo.
Creció
hasta ser un helicóptero
y una
voz –la del piloto- penetró
a través
del estruendo; gritaba:
“¡Mantén
la vista alerta!
Es la
última vez que ves esto”.
Nos
elevamos.
Volamos
bajo sobre el verano.
¿Importa
saber cómo disfrutaba?
Docenas
de dialectos en verde.
Y en
especial el rojo en las casas de madera.
Los
escarabajos brillaban en el barro, al sol.
Sótanos
arrancados por las raíces
llegaban
por el aire.
Actividad.
Las
prensas se arrastraban.
En ese
momento era la gente
lo único
que se mantenía quieto.
Guardaban
un minuto de silencio.
Y
especialmente los muertos del cementerio rural
estaban
quietos
como
cuando posábamos para fotos infantiles.
¡Vuela
bajo!
Ya no
supe adónde volvía yo
mi
cabeza:
con
visión dividida
como un
caballo.
PRELUDIOS
(III)
El piso
en el que viví la mayor parte de mi vida va a ser desalojado. Ahora está
totalmente vacío. Han levado el ancla. A pesar de que prevalece el luto, es el
piso más liviano de la ciudad. La verdad no necesita muebles. He dado una
vuelta alrededor de la vida y he vuelto al punto de partida: una habitación
dinamitada. Las cosas en las que he participado aquí se muestran en las paredes
como pinturas egipcias, escenas del interior de una cámara funeraria. Pero se
van destruyendo más y más. La luz es acaso demasiado fuerte. Las ventanas se
han agrandado. El piso vacío es un gran telescopio que apunta hacia el cielo.
Está silencioso como una ceremonia cuáquera. Lo que se oye son las palomas del
patio trasero, su arrullo
ERGUIDOS
En un
instante de concentración logré apresar la gallina, la tuve entre las manos.
Curiosamente, no se la sentía realmente viva: rígida, seca, un sombrero de dama
blanco adornado con plumas que gritaba verdades de 1912. Los relámpagos
colgaban en el aire. De las tablas subía un aroma parecido a cuando uno abre un
álbum de fotos tan viejo que ya no se pueden identificar los retratos.
Llevé la
gallina hasta el corral y la solté. De pronto se volvió muy vivaz, se reconoció
y corrió según las reglas. El gallinero está lleno de tabúes. Pero el suelo a
su alrededor está lleno de amor y de energía. A medias cubierto de maleza, un
bajo muro de piedra. Cuando anochece, las piedras empiezan a brillar débilmente
por el calor centenario de las manos que la construyeron.
El
invierno ha sido duro, pero ahora es verano y la tierra nos quiere erguidos.
Libres pero prudentes, como cuando se navega en una barca estrecha. Emerge un
recuerdo de África: en la costa de Chadi, muchas barcas, un ambiente muy
amistoso, las personas son casi negriazules, con tres cicatrices paralelas en
cada mejilla (la tribu SARA). Soy bienvenido a bordo: una canoa de madera
oscura. Es asombrosamente inestable, aunque me ponga en cuclillas. Un número de
equilibrista. Si el corazón está a la izquierda, uno debe inclinar la cabeza un
poco hacia la derecha; nada en los bolsillos, nada de grandes ademanes, aquí
hay que abandonar toda la retórica. Precisamente eso: la retórica es imposible
aquí. La canoa se aleja deslizándose.
(De Visión Nocturna)
MÁS
ADENTRO
En la
gran entrada a la ciudad
cuando
el sol está bajo.
El
tráfico se hace denso, repta.
Es un
pesado dragón reluciente.
Soy una
de las escamas del dragón.
De
pronto está el sol rojo
frente
al parabrisas
e inunda
el coche.
¡Estoy
iluminado
y una
escritura se hace visible
dentro
de mí,
palabras
con tinta invisible
que
aparecen
cuando
el papel se acerca al fuego!
Sé que
debo ir lejos,
atravesar
la ciudad y luego
más
allá, hasta que sea hora de ir
a
caminar largamente por el bosque.
A seguir
las huellas del tejón.
Se
oscurece, se dificulta la visión.
Allí, en
el musgo, hay piedras.
Una de
esas piedras es valiosa.
Ella
puede transformarlo todo,
puede
hacer brillar la oscuridad.
Es un interruptor
para todo el país.
Todo
depende de ella.
Vera,
tocarla…
(De Senderos)
BALTICOS
(V)
30 de
julio. La ensenada se ha vuelto excéntrica: hoy, por primera vez en años,
pululan las medusas, se hinchan y avanzan en calma y armonía, pertenecen a la
misma compañía naviera: AURELIA; se deslizan a la deriva como flores después de
un funeral marino, si se las alza del agua pierden toda forma, como cuando una
indescriptible verdad es arrancada del silencio y es formulada y convertida en
gelatina muerta, sí, son intraducibles, deben permanecer en su elemento.
2 de
agosto. Algo quiere ser dicho pero las palabras se niegan.
Algo que
no puede ser dicho,
afasia,
no hay
palabras pero tal vez haya un estilo…
Sucede
que uno se despierta por la noche
y arroja
rápidamente unas palabras
en el
papel más cercano, en el margen de un periódico
(¡las
palabras resplandecen de sentido!)
pero por
la mañana: las mismas palabras ya no dicen nada,
garabatos, lapsus.
¿O
fragmentos del gran estilo nocturno que pasaron de largo?
La
música llega a un ser humano, él es compositor, él la interpreta,
hace carrera, llega a ser Jefe del
Conservatorio.
La
coyuntura cambia, las autoridades lo condenan.
Como
Jefe de la Fiscalía nombran a su alumno K***.
Es amenazado,
degradado, desterrado.
Pasan
algunos años y la desgracia se atenúa, es rehabilitado.
Entonces
llega el derrame cerebral: parálisis en el lado derecho
con afasia, solo comprende frases
cortas, dice palabras
inadecuadas.
Así, no
lo alcanzan ni el ascenso ni la condena.
Pero la
música permanece, sigue componiendo en su propio
estilo,
se
convierte en un fenómeno de la medicina por todos los años
que le queden por vivir.
Escribió
música para textos que ya no comprendía:
del
mismo modo
expresamos
con nuestras vidas algo
en el
coro que tararea lapsus.
Las
conferencias sobre la muerte duraron varios semestres.
Yo asistí con compañeros que no conocía
(¿quiénes
sois?):
después
nos fuimos cada uno a lo suyo, siluetas.
Miré al
cielo y la tierra frente a mí
y
escribo desde entonces una larga carta a los muertos
en una
máquina que no tiene cinta, solo una estría de luz del horizonte
de modo
que las palabras repiquetean y nada queda escrito.
Estoy
con la mano en el pestillo, tomo el pulso a la casa.
Las
paredes están tan llenas de vida
(los
niños no se atreven a dormir solos en el cuarto de arriba: lo
que a mí
me da calma a ellos los inquieta.)
(Fragmento)
(De Bálticos)
GARABATOS
DE FUEGO
En los meses
sombríos centelleaba mi vida
solo cuando hacía el amor contigo.
Como el
cocuyo se enciende y apaga, se enciende y apaga
-uno puede seguir de a ratos su trayecto
en la
oscuridad de la noche, entre los olivos.
En los
meses sombríos el alma estuvo hundida
y sin vida
pero el
cuerpo iba derecho a ti.
Mugía el
cielo nocturno.
Nosotros
ordeñábamos a escondidas el cosmos y sobrevivíamos.
(De La Plaza Salvaje)
TÁBANO
DORADO
El
lución, lagartija sin patas, fluye a ras de la escalera del zaguán
calmo y
majestuoso como una anaconda; la diferencia es solamente el tamaño.
El cielo
está cubierto pero el sol irrumpe. Así es el día.
Esta
mañana, mi amada ahuyentó a los malos espíritus.
Como
cuando uno abre la puerta de un oscuro cobertizo del Sur
y la luz
lo invade
y las
cucarachas salen como flechas rápido rápido hacia los rincones y suben por las
paredes
y ya no
está –uno las vio y a la vez no las vio-:
así la
desnudez de mi amada hizo huir a los demonios.
Como si
nunca hubiesen existido.
Pero
vuelven.
Con mil
manos que conectan en falso la anticuada central telefónica de los nervios.
Es el
cinco de julio. Los tréboles se estiran como si quisiesen ver el mar.
Estamos
en la iglesia de la mendicidad, devoción sin alfabeto.
Como si
los irreconciliables rostros de los patriarcas no existiesen
y el
nombre de Dios mal escrito en la piedra.
Yo vi a
un ortodoxo predicador de televisión que recolectó muchísimo dinero.
Pero era
frágil y necesitaba el apoyo de un guardaespaldas,
un chico
bien vestido con una sonrisa que le ajustaba como una mordaza.
Una
sonrisa que ahogaba un grito.
El grito
de un niño al que los padres dejan abandonado en una cama de hospital.
Lo
divino roza a una persona y enciende una llama
pero
luego se retira.
¿Por
qué?
La llama
atrae las sombras, estas vuelan crepitando y se funden con la llama
que sube
y se ennegrece. Y el humo se extiende negro y estrangulador.
Al
final, tan solo el humo negro; al final, tan solo el devoto verdugo.
El
devoto verdugo se inclina hacia adelante
sobre la
plaza y la multitud, que forman un espejo rugoso
donde
puede mirarse.
El mayor
fanático es el mayor escéptico. Él no lo sabe.
Él es un
pacto entre dos
según el
cual el uno tiene que ser visible al cien por ciento y le otro invisible.
¡Cómo odio
la expresión “cien por ciento”!
A los
que no pueden estar sino en su parte delantera
a los
que nunca están distraídos
a los
que jamás abren la puerta equivocada para poder así vislumbrar al
Inidentificado,
¡déjalos
de lado!
Es el
cinco de julio. El cielo está nublado pero el sol irrumpe.
El
lución fluye a ras de la escalera del zaguán, calmo y majestuoso como una
anaconda.
El
lución, como si no existiese Administración.
El
tábano dorado, como si no existiese el culto a los ídolos.
Los
tréboles, como si no existiese “cien por ciento”.
Siento
esa hondura en la que uno es amo y cautivo, como Perséfone.
A menudo
he yacido en la áspera hierba, allí abajo,
y he
visto la tierra abovedarse sobre mí.
La
bóveda terrestre.
A
menudo; ha sido la mitad de mi vida.
Pero hoy
me ha abandonado mi mirada.
Mi
ceguera ha partido.
El
oscuro murciélago abandonó mi rostro y tijeretea en torno al luminoso espacio
del verano.
LA CASA
DEL DOLOR DE CABEZA
Me
desperté en el mismo centro del dolor de cabeza. El dolor de cabeza es el lugar
donde debo permanecer y por esto me he quedado sin recursos para pagar alquiler
en algún otro lado. Me duele tanto el cabello que se está volviendo cano. Duele
dentro del nudo gordiano, el cerebro, eso que desea tantas cosas, en diferentes
direcciones. El dolor es una medialuna que cuelga medio dormida en el cielo
celeste, el color desaparece del rostro, la nariz señala hacia abajo, toda la
vara del zahorí se tuerce hacia abajo, hacia la corriente subterránea: el
dolor. Me he mudado a una casa que fue construida en lugar erróneo; hay un polo
magnético casi debajo de la cama, casi bajo la almohada y cuando el tiempo
cambió, encima de la cama, hubo un cortocircuito. Una vez tras otra intento
imaginarme que un enorme cascanueces pellizca con un agarrón milagroso las
vértebras del cuello, algo que de una vez para siempre enderezará la vida. A
propósito, no solo hay dolor en mi cabeza privada. El mal se relaciona, entre
otras cosas, con las negociaciones de paz en París que se ha “malogrado”, y la
expresión “malogrado” se proyecta en la pantalla que hay aquí dentro. También
duele porque las cartas quedan sin responder, porque ayer estaba enojado,
porque uno derriba la vieja y fea casa para construir una más fea aún. Pero la
casa del Dolor de Cabeza no está madura para ser eliminada. Antes tendré que
vivir allí una hora, dos horas, la mitad de un día. Antes dije que era un
lugar, luego he cambiado diciendo que es una casa, pero la pregunta es si no
será una ciudad entera. El tráfico se desliza implacablemente lento. Los
diarios aparecen. Suena un teléfono.
(De Para Vivos y Muertos)
GÓNDOLA
FÚNEBRE
I
Dos
hombres, suegro y yerno, Liszt y
Wagner, viven junto al Canal Grande
con la
inquieta esposa del rey Midas,
ese que
transforma en Wagner todo lo que
toca.
El frío
verde del mar atraviesa los pisos del
palacio.
Wagner
destaca, el conocido perfil de títere
parece más
cansado;
el
rostro, una bandera blanca.
La
góndola cargada pesadamente con sus vidas; dos pasajes
de ida y
vuelta y otro
solo de
ida.
II
Una
ventana del palacio se abre con el viento y el súbito
soplo
provoca muecas.
Sobre el
agua aparece la góndola del basurero
impulsada
por dos bandidos con remo.
Liszt ha
escrito unos acordes tan pesados
que deberían ser enviados a
analizar
en el
Instituto de Mineralogía de Padua.
¡Meteoritos!
Demasiado
pesados para la quietud, pueden solo hundirse
más y
más, futuro abajo, hasta
los años
de las camisas pardas.
La
góndola, pesadamente cargada con las
hacinadas piedras del futuro.
III
Rendijas,
hacia 1990.
25 de
marzo. Inquietud por Lituania.
Soñé que
visitaba un gran hospital.
No tenía
funcionarios. Todos eran pacientes.
En el
mismo sueño, una niña recién nacida
hablaba
con completas oraciones.
IV
Junto al
yerno, que es hombre de su tiempo,
Liszt es un apolillado grandseigneur.
Es un
disfraz.
El
abismo, que ensaya y descarta máscaras
diferentes, ha elegido justo esta
para él,
el
abismo, que quiere subir hasta los hombres sin mostrar
su
rostro.
V
El Abate
Liszt está habituado a cargar él
mismo su maleta por soles y por
nieves
y cuando
muera un día, nadie irá a
esperarlo a
la estación.
La tibia
brisa de un coñac excelente lo
conduce a
la tarea.
Siempre
tiene tarea.
¡Dos mil
cartas al año!
El
escolar que escribe cien veces el palote,
antes de que le permitan volver a
casa.
La
góndola cargada pesadamente de vida;
es
sencilla y negra.
VI
De
regreso en 1990.
Soñé que
conducía doscientos quilómetros en vano.
Entonces,
todo se agigantó. Gorriones enormes como gallinas
cantaban
de modo ensordecedor.
Soñé que
dibujaba teclas de piano
en la
mesa de cocina. Tocaba sordamente en ellas.
Los
vecinos acudían a escuchar.
VII
El
clavicordio que calló durante todo
Persifal (aunque estaba
escuchando) puede
al fin decir algo.
Suspiros…
sospiri…
Mientras
Liszt toca, esta noche, mantiene
apretado
el pedal marino
para que
la fuerza verde del mar suba a
través
del piso y se una a todas las piedras
del
edificio.
¡Buenas
tardes, bello abismo!
La
góndola cargada pesadamente de vida;
es
sencilla y negra.
VII
Soñé que
llegaba tarde el primer día de clases.
Todos en
el salón llevaban máscaras blancas
sobre el
rostro.
Imposible
decir quién era el maestro.
EL
CUCLILLO
Un
cuclillo gorjeaba en el abedul cercano, hacia el lado Norte de la casa. Era tan
sonoro que al principio creí que era un cantante de ópera que imitaba a un
cuclillo. Yo miraba asombrado al pájaro. Las plumas de la cola se movían de
arriba abajo a cada tono, como la palanca de una bomba. El pájaro saltaba en
sus dos patas, se movía y gorjeaba hacia todos los puntos cardinales. Luego se
elevó y voló hacia le lejano Oeste, maldiciendo en voz baja sobre las casas… El
verano envejece y todo se une en un solo susurro apasionado. Cuculus canorus
vuelve a los trópicos. Su tiempo en Suecia ha llegado a su fin. ¡No fue mucho!
En realidad, el cuclillo es ciudadano de Zaire… Yo ya no estoy tan interesado
en viajar. Pero el viaje me visita a mí. Ahora que me incrusto más y más en un
rincón, ahora que los anillos de los años crecen, ahora que necesito gafas para
leer. ¡Lo que sucede es siempre más de lo que podemos llevar con nosotros! No
hay de qué asombrarse. Estos pensamientos me transportan tan fielmente como
Susi y Chumba cargan la momia de Livingstone a través de África.
DOS
CIUDADES
A los
lados de un estrecho, dos ciudades:
una
ocupada por el enemigo, a oscuras.
En la
otra, las lámparas que brillan.
La costa
iluminada hipnotiza la oscura.
Voy
nadando en trance
por el
agua brillosa y sombría.
Penetra
un sordo golpe de tuba.
Es la
voz de un amigo: toma tu tumba y anda.
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